sábado, 24 de mayo de 2014

La vida de otro.



Por fin el final.





El reflejo de una luz tenue recorta la silueta de un hombre que se despierta al amanecer. En el cristal de la ventana empiezan a aparecer las nubes y los filos de plantas y un paisaje cercano. La calidez de una composición difícil de plasmar en una pintura pero la técnica lo es todo. Suena una música de piano y se mezclan los primeros cantos de pájaros en el exterior. Una brisa es muda pero la claridad va apagando el interior al día, el tiempo es tan irreversible como las notas de un concierto y en Enero, después de san Antonio, empiezan a alargarse, nublados y fríos, los compases del Sol y la noche oscura. Hay tantos ritmos en un breve instante y la mente se inquieta al alba, buscando actividad y razones para arrastrar al cuerpo a un estado satisfactorio de existencia. Hay tantos compases en este repertorio de comidas, luces, sueños y caricias, pero es como siempre en el principio: nada por delante, nada pasado y sólo el presente que cambia y que dicta pero que simplemente envuelve el continuo pitido insufrible y agudo dentro de la cabeza. 

Ahora unas rayas de amarillo son el inevitable comienzo en que lejanos motores empiezan a rugir apagados por voces en un canto medieval. Nuevas tonalidades en el cielo que armonizan con los acúfenos que parecen calmarse, la atención se disipa en tareas y rutinas. El cuerpo está un poco dolorido de ayer pero todo funciona y se va articulando. A pesar de su inmovilidad física todo sigue adelante. El corazón y los pulmones, el gato, el sabor del té. Por fin se incorpora.

Hace tantos años que lucha por hacer de esta monserga una faena que no resulte ingrata en la intimidad y en su discurso con los demás, sin otra compensación que la pura observación de todo lo que acompaña y sus delirantes intentos por ser algo reconocible. Que banalidad es el deseo y la frustración cuando ya se conoce la danza de los vientos que soplan en el mástil de un velero sin vela, a la deriva. Y aún así que bien se retuerce en su caótico rumbo, adaptándose incluso en el reducido espacio de miseria y lejanía. No hacer nada para otros es una multitud de actividades secretas e íntimas que dejan pasar infinitos y números complejos, series de efímeros y volátiles hechos, pero siempre ese sonido como una aguja e hilo que atraviesa recto, todo el tejido de maraña y brocados y sedas. La locura no es más que una comunicación inoportuna e incomprendida en el orden del día.








Años ha que perdí a mi novio en un accidente de tráfico, hace más de veintiún años de esta situación que es volver a empezar y que me ha dejado marcado con un hierro al rojo como a un becerro. 

Después he tenido suerte -en sentido de seguir vivo y de mantener la misma estima e independencia que tuve desde que soy persona- con otras marcas y otras batallas pero con mi propio sello, con mi propia identidad, a pesar de ser una sombra de un muerto en vida y de la viudedad.

Son muchas las marcas que conseguimos mantener como medallas y muchas como lacras. Pero hay que seguir adelante, perseguido por toda esa retahíla de personas que preguntan por el muerto en vida y por el cadáver, más difícil aún cuando no saben que el vivo que soy está lleno de vidas personales que le importan más que la suya porque son de su sangre.

En esa mezcla en la que se unen la vida de crápula, la religión y el autismo, queda un vacío con el que es complicado bregar cada mañana para levantarse y pensar que lo que se hace es torear el toro que soy siendo torero en la misma faena.

En mi sueño de hoy he tenido que pelear con personas que conozco por una cama que es mía, por no dormir antes que este incidente en el que te lo quitan todo para rodearte de otros que practican un sexo anónimo y con los que te obligan a compartir un colchón, cuando ayer mi cama era una cama en una habitación, se resuelva y vuelva a estar sólo. Y no dormir aunque esté sólo pero en mi cama sin tener que formar parte de esa salchicha de voluptuosidad de estar desnudo y entregado a una orgía como sí fuera una bandeja de tripas en el expositor de la carnicería.

Amanecer con palpitaciones, me aplico la dosis de teína y cigarrillos para mantener a raya la tormenta de ideas que bombardean como una tormenta del desierto esta mente inquieta. 

Hay una constante que aparece en mis sueños y es que aparezco como un impostor, como la cabra que se come bayas de argán subida en los árboles. Hace tiempo que me proponen para labores de pastoreo por la isla con un rebaño para limpiar el sotobosque de los pinos y evitar incendios.

Cada mañana tengo varias vidas dentro de mi cabeza que se despierta travestida y llena de proyectos, la lucha es vencer esa locura de sueños y dar gracias por respirar antes que por estar hecho un lío..., no es agradable ser muchas personas diferentes y todas inquietas por hacer algo bueno... No es agradable no hacer nada más que centrarme en mi respiración y tratar de ver lo que soy en realidad: NADA.

Estoy harto de animar a todos a que soporten sus éxitos y sus vidas llenas de talento, de no recibir nada y de no tener claro lo que puedo hacer hoy y ahora. Los recuerdos de otros no son mi vida. Los fracasos del pasado no son mi vida. Pero todo viene a la vez. Respiro profundamente para expulsar ese desasosiego... Aún no lo he conseguido... Sigue entrando el Sol por la ventana..., cada letra es una nube.

Cuando uno se da cuenta que estos patrones se repiten, tal vez sea el momento de cambiar..., tal vez haya que huir y con valentía, ser un cobarde para salir corriendo. Porque hablar encerrado en sí mismo y crear sin compartir y soñar todo el tiempo no es vivir...





En el momento en que deambulo entre sueños y mi cuerpo empieza a enviar señales de vida, ir al baño, una acidez o sed de algo, me agarro a un estado de voluntaria inconsciencia en el que puedo pensar y hacer que por instantes, las cosas se cumplan como destellos en mi mente: no estoy aquí, aún no sé dónde pero quiero tener una vida y que una ventana se abra a un monte, quiero escribir tan rápido como una flecha para retener estas luces primeras que empiezan a desvanecerse. Dejar de ser este enfermo mental acomplejado por cosas que a nadie le importan, sólo a mi, es curioso como nos complicamos en discursos que acaban siendo monólogos repetitivos de cosas que todos vivimos.

He empezado un año con algunos propósitos que también son aburridamente compartidos por la humanidad a través de los tiempos. Algunos ya los he roto -por última vez, en teoría- y otros son tan absurdos que ni me gustaba posponerlos. La salud, mental y del cuerpo, del corazón del alma y los hábitos. Seguro que se llega al fondo cuando se cae hasta lo más profundo de cualquier  hoyo, no siempre tiene que estar lleno de caldos repugnantes de miseria, ni ser oscuros y horrendos como los túneles del Purgatorio. Pueden ser los efectos de una nueva medicación que es simplemente dejar de ver cosas que se han viciado y que no me llevan más que a retener pensamientos extraños e impropios, ser otro para ser yo, es un despropósito en toda regla que relacionarme con personas a las que no importa nada mi inquietud, tenga que ir enfundado en una chaqueta y una camisa como una sobrasada horrenda.

Va a ser algo minucioso y tal vez lento, va a ser y está siendo una experiencia enriquecedora, valiosa y generosa dar este ritmo a los días y saber que en algún punto habrá final, aunque espero que entre los párrafos se abran casi todas las ventanas de par en par y las puertas cerradas y los caminos y las piedras donde descansar un poco, porque este es un ascenso a una montaña a muy escarpada, llena de rocas y nieve y un descenso a una laguna porque flotar en el agua es una de las vivencias más naturales de nuestra existencia en este planeta que, como decía un amigo, no sé por que se llama Tierra cuando es casi todo agua. Hay una razón y no es muy complicada, ni lógica, sólo es obvia: es el agua lo que nos da la vida como la luz del Sol o como el vacío y la nada que es la gran parte del Espacio. Contradicciones que nos hacen ser únicos y a la vez estar unidos. De revoluciones y sistemas, números y creencias, se irá coloreando este cuadro, cuadriloscopio lo llamo por que es mío y me lo invento porque puedo. 

Puedo a veces, entender este limbo y otras es incompatible con todo, entonces se produce un desajuste de efectos similares a una intoxicación etílica, parecido a una resaca o un fármaco potente que anula y desplaza la consciencia. Por esta razón, en el sendero que me lleva cada mañana, variando mis horarios y rutinas, hay cosas que busco fuera como un desesperado y otras que recuerdo porque ya las he ido asimilando. Sigue sin ser un proceso tan sencillo como caminar, aunque se avanza por otras vías en una dirección determinada.

El ritmo de las comidas de cualquier tipo, por ejemplo, es un patrón de conducta que muchas veces ignoramos y hacemos automático. Es cierto que está el sistema simpático que me hace decidir por la situación y el parasimpático que viene de un flujo determinado de líquido medular. Equilibrar estas dos formas de respiración y pulsación es un trabajo muy disciplinado si se tiene el conocimiento y se armoniza de forma habitual. Meditar como forma de armonizar los dos sistemas es algo común y conocido, sea con oraciones repetidas o simplemente en un estado de control, de intento de control. Porque no existe un estado permanente de armonía, solo una intención de abrirnos al exterior y centrar algunas pautas, otras muchas escapan de la autonomía de nuestra vida. Llevo provocándome esta inestabilidad y este deseo de volver a un centro, más años de los que he vivido, mas tiempo. 

Después de aplazar unos pagos a base de calderilla y pequeñas cantidades, por un servicio automatizado, quedo con una pareja que me llevan a un lugar poco habitual para mi. Se trata de un complejo que es en parte una estación de salud y ocio, un lugar de esparcimiento pero con una normativa estricta, como un club de golf o una clínica de productividad. Está en un borde de un acantilado y se abre a medida que entras por una pista que pasa casi desapercibida hasta para los locales, pero sabes que existe. Es un centro residencial al uso, con todo tipo de actividades y se parece un poco a un laberinto de Escher pero en realidad es solo el idioma lo que cambia, por eso necesito ayuda y siempre hay un guía dispuesto. No sé si uno es guía de si mismo o se guía por las costumbres y formalidades, convencionalismos, estereotipos. 

El sitio es impresionante y siempre me sorprendo cuando entro en una dinámica de otros, porque en mi propia vida, el ritmo lo marco -o eso creo- yo.  Es más habitual de lo que uno piensa, pertenecer a este tipo de grupos que interactúan como sociedades dentro de la vida social; es ese tipo de cosas que he intentado evitar, desapareciendo pero sin olvidar que yo pertenezco a una. Muchas veces es un riesgo estar fuera y casi siempre se vuelve, de una forma u otra. Es una necesidad compartida. Tal vez se llama estado o país o comunidad…

Uno de mis amigos me anima a que asista a una sesión de control de heces que me deja bizco de solo pensarlo: entramos en una especie de sala completamente gigante donde no hay nadie, subimos por unas escaleras a una estancia que es, a la vez, vivienda y a la vez lugar de trabajo. Mi amigo habla resuelto con la encargada de examinar el contenido de sus intestinos y él lo hace detrás de una mampara traslúcida, como quien está lavándose las manos. Estoy atónito y veo como sale con un frasquito y ella comprueba con su espátula perfectamente esterilizada y con toda normalidad el contenido, describiendo cada color, textura, olor la perfecta composición de los deshechos de una vida ordenada, como un arqueólogo estudiaría los estratos de un yacimiento, las capas de sedimentos y la deducción de cada uno de sus restos. 

Me levanto cuando veo que la inspección de heces ha sido superada y me asomo a uno de los ventanales que hay en la sala: el mundo se ve lejano a este lugar, parece que floto en el aire, hay una terraza flotante sobre el mar a una altura respetable, me da una sensación de vértigo ocupar un lugar por simpatía y no por empatía, nunca quiero saber de que están compuestos los detritos de mis amigos, me basta con ignorar los míos propios…

Bajamos por una puerta-pasadizo a una zona de estar en “grupo”. Se llama zumolandia y se baja por unas escaleras que son también las estanterías de una bodega de vodka polaco muy sano: no deja olor, trivialza las conversaciones y se intercambian parejas y fluidos. Creo que estoy a punto de una epifanía en mi vida solitaria y el deseo imposible de pertenecer a algo así me invade como un virus informático. Mi mente quiere pero sabe que todo esto es un lugar al que no puedo, no quiero, nunca he querido y siempre he evitado formar parte.

Al bajar los peldaños de aquella estructura, tropiezo y momentáneamente desplazo uno de los escalones, que a la vez es botellero y a la vez es muy geométrico. Nada se rompe, solo se desplaza o cambia de lugar pero vuelve a recolocarse y el incidente es normal cuando un “intruso” es invitado a deambular por esta ciudad civilizada y perfecta donde las heces y el vodka polaco tienen una conexión. 

Es un bar, el hombre que despacha las bebidas es un encanto y una vez servido, salimos a una zona abierta donde se puede divisar un enorme parque lineal hacia el que se abren dos filas de colmenas, celdas de lujo, diseñadas perfectamente y decoradas con un minimalismo impecable. 

Acabo de recibir mi nueva tarjeta de seguro privado, sin fecha de caducidad. Como no me creo muchas cosas, llamo inmediatamente para comprobar y rescindir parte de "la póliza", mi cobertura material no dispone de tantos recursos en un hipotético por sí acaso. Es un tiempo y un dinero perdido, pero me alivia saber que en caso de muerte, el transporte de mi cadáver a un hospital estará cubierto, me consuela que nadie cercano, amigo o familiar me tendrá que llevar como un fiambre en el asiento del copiloto sujetándome la cabeza. Aunque nunca lo sabré. Yo si he tenido que sujetar la cabeza de algún moribundo y doy fe que es algo complicado y aterrador. Normalmente es muy pesada y cae sin control al menor movimiento como una bola de metal sujeta a una cuerda. Ocurre en casi todos los seres vivos. Perros y gatos, el cuerpo se queda en una flaccidez y todos los miembros se convierten en lo que se llama peso muerto. 

Durante el estado de sueño, el cuerpo tiene sus propios movimientos y de una forma inconsciente, hay cosas que provocan una especie de ritmos curiosos, automáticos que hacen funcionar las funciones vitales y mantener cierto estado de actividad física, hay erecciones y giros, espasmos, cambios en la respiración.

La mañana empieza con ese silencio roto por el pitido agudo. Estamos escuchando el primer síntoma de vida consciente que es el ruido de los pensamientos y mucho lucha el subconsciente para mantenerse aferrado a ese limbo que son los sueños, normalmente sin éxito. Tal vez por esta razón ya no existe El Limbo de los Justos en la doctrina cristiana, ya no es un acto de fe pensar que los nacidos sin bautizar, inocentes criaturas, no estarán a salvo. Que cruel. Resulta odioso cuando alguien te propina que sigue a pies juntos las las enseñanzas de tal o cual religión o secta como tratando de iluminarte. Me gusta esa palabra: ilústrame por favor con tu sabiduría. Pero nunca he pedido a nadie que me ilumine con la luminaria de su fe y de su amor porque creo que  si no es con una vela o un candil, en la oscuridad no hay forma de ver nada.
Pero hay personas que se sienten muy generosas por estas aportaciones a los seres que vivimos en la duda de nuestra existencia. No me produce ninguna inspiración, más bien desconfianza de saber que las ideas que tratan de expresar no son suyas, que son cantinelas aprendidas y que yo no estoy en absoluto en el camino del éxito y la pulcritud. Es cierto, yo no soy tan pulcro, estoy lleno de desviaciones y pensamientos oscuros. Y actos de dudosa reputación también. Mi vida es un auténtico pudding de vacíos y trozos de cosas horrendas, con pasas y nueces cerebrales, amasado con caos y un poco de azúcar, antes de despertar aún no está muy claro sí está masa es amorfa o tiene el orden del caos que es el Cosmos. Mejor mojarlo con un poco de líquido para ver si se asienta. Incluso en las pastelerías más selectas he visto bollos con una apariencia realmente desagradable en forma de heces... 

Está amaneciendo y hay nubes... El té se ha oscurecido mientras escribía mis pensamientos sobre el merengue que es la mente humana cuando se nos rebela como un club de tenis y uno no pertenece a ese club. Malo es que no tengas privilegios compartidos y peor aún que no los tengas de ningún tipo, pasas a ser como los niños no bautizados muertos, a la sala de los desgraciados.

¿Como se suelda o se restaura la confianza cuando se quiebra? Si hay una dirección o un motivo en todo este tiempo de enjambre, esta pregunta resulta retórica pues el mismo paso y el concepto que tenemos del tiempo es completamente subjetivo, tanto cuando se alarga interminable, como pasa rápido. El valor de la pregunta está más bien cerca de uno mismo y la dirección, la decisión que toma cuando emprende un proyecto, un paseo, una rutina, un día o su vida entera. Hay calma junto a la angustia y silencio que ensordece con su silbido continuo, como las plantas que uno va encontrando durante un camino por el bosque, como las setas que crecen en una noche junto a los árboles centenarios. 

Sólo la atención de nuestra mente en un concepto a través de los sentidos es tan vago como puede ser el clima o la hora. Todo se genera de una forma espiral en un constante movimiento giratorio, todo se genera en un proceso cíclico continuo y entonces se ordenan y se establecen patrones, se crea vida y se desarrolla el tiempo, como el movimiento de las agujas de un reloj o el movimiento de la Tierra sobre su eje y su órbita sobre el Sol. La observación, la contemplación continuada de estos hechos han revelado leyes tan exactas a través de fórmulas matemáticas, ¿por qué no habría de ser igualmente contundente el hecho de una conducta variable si hay una intención que permanece?

Tal vez el hecho de ser constante en el caos puede ser igualmente definido, como el título de un cuadro en el que sólo se repite un trazo y acaba formando una figura determinada, el sentido de una conversación que es hilarante pero que se mantiene como un carácter, pueda ser la trama de un libro escrito. Es otra vez una cuestión de repetir ese ciclo creativo en el que no hay un método pero que genera una obra.

Hay preguntas como estas: ¿se puede restaurar la confianza cuando se quiebra?. Tiene alguna lógica que sean constantes que establecen nuestra relación frente a accidentes a los que sobrevivimos o algunas veces nos determinan en una dirección completamente inevitable. Constantes que pueden sobrevivirnos en otros, porque es un hecho que es compartido fuera del tiempo y del espacio. Plantearlo y ser tenaz puede ser la base de una experiencia revolucionaria y sus consecuencias pueden estar fuera de la mente inquieta que la observa.

Siempre estoy trabajando en ese plano que es un lienzo donde a veces ensucio y otras hago un trazo decisivo, siempre es una duda la que me hace actuar como el funcionamiento de una máquina que no sabría arreglar pero que funciona para un fin determinado. La caligrafía de las figuras es un título antes de ser una exposición. En este caso hay un razonamiento lógico antes de saber exactamente como van a ser las piezas porque he compartido un saber de otros, con una tradición y con un intento consciente de dar una perspectiva diferente, reubicarlo y hacer de ello un discurso. Tan delirante como la marea que hace que unos días el agua sea transparente o turbia. Siempre luchó con ese deseo de salir fuera o de permanecer atento, deseo de viajar a la montaña para esquiar sabiendo que no sé hacerlo bien pero con la intención de mejorar con la práctica y sobre todo respirar y ver la luz y la pureza de la nieve, de experimentar ese deslizarse y recuperar el equilibrio de un movimiento preciso que es mantener el control o ser una nevera que se precipita arrasando todo lo que encuentra a su paso. Porque cuando uno es una nevera no importa la vida agenda, lo importante es sobrevivir uno mismo. Pero en todo este deseo hay una certeza que es volver. Ir pero siempre hay que volver, pero la experiencia siempre es estimulante y llena esos espacios vacíos, el cambio de temperatura, el frío helador, el funcionamiento de los días y su rutina. El deseo mueve algo que puede ser nuevo. Y entonces la pregunta de restablecer la confianza puede ser una Epifanía.

Pesado como un plomo vuelvo a despertar y vuelve la duda, porque durante todo el día he tratado de razonar, porque la idea de superar los despropósitos y las dificultades a veces se quedan en palabras pero la realidad y el presente es la verdad, en cada momento la reacción y la experiencia es como el dibujo de mi cara. Y esa cara no la quiero ni ver reflejada en mis palabras. No me gusta, algo no funciona entre mi mente y mi cuerpo, entre el interior y el exterior. Buscando no encuentro como esperando no aguanto. La acción es el tiempo y el pensamiento... La disciplina de trabajo y de no pensar.

Vuelven las repeticiones y vuelve la necesidad. La curiosidad y la intimidad. Apartado de todo sigo a distancia algunas noticias que aparecen al azar. Algunas las deshecho de inmediato por pura desidia y otras me gustan tanto que las acepto sin reparos. Una de estas últimas ha sido un trabajo de un autor mejicano que se dedica a tachar del periódico líneas y párrafos enteros dejando sólo la frase que quiere componer, como un verso. El efecto es deslumbrante y me dirijo a él para transmitirle mi felicitación por dar a la prensa diaria el sentido más puro y auténtico que tiene para mi, aparte de encender el fuego con su papel. 

Por otro lado he bloqueado a otra persona que me resultaba incómoda por haber sentido una especie de acoso en mis pequeñas incursiones en la nube. Hay muchos caprichos que me permito y otros no. Sigo con mi lectura y poco a poco llegaré a las diez de hoy con un aspecto aseado y la tortilla de papas que se celebra cada domingo como una fiesta. Ayer me sorprendí como casi todos los días gritando improperios y escribiendo: estoy un poco nublado y con ganas de llover. Las cosas no salen como esperaba y no entiendo como sigo esperando nada de las cosas. Nos pasa a todos y lo compruebo en "La montaña mágica" durante uno de sus paseos en los que Hans Castorp se siente inquieto por unas palpitaciones de su corazón durante un paseo matinal. Pienso que es una suerte estar en un lugar donde te cuidan como a un enfermo y el tiempo pasa entre los golpes de gong y unas cuidadas formalidades. Pero creo que Hans acabará enfermo de estar entre los enfermos. Eso pasa en la vida.

Por supuesto ya tengo tres o cuatro libros reservados por sí no aguanto tanto formalismo y seguir con este revoloteo de mariposa buscando una fuente y un sentido. Sé que estoy enfermo desde la primera frase. Enfermo de viudedad y herido en mi amor propio, vagando como un sonámbulo día tras día, pero hoy celebraré la tortilla de papas y un licor con medicación que me dejará aturdido como casi todos los días. Sin duda me gusta ser un enfermo y atender a estas cuestiones del alma escribiendo y observando el tiempo que pasa. Ya llegará la muerte y el desconsuelo de una ruina inminente que llevo viviendo desde hace mucho. El ciclo de la vida y el orden de las cosas llegará pero siempre intento sorprenderlo. Cuando mis acciones no tiene compensación y parece ridículo seguir adelante es cuando uno se mantiene expectante y atento para arrojársela al foso, a la molicie o a cualquier pequeña alimaña a la que pueda atormentar. Y creo que ya ha llegado el fantasma al que puedo torturar con su pequeña rutina, es mi amor y mi salvación pero mis atenciones son tan ordinarias después de tantos años que me resulta violento con tantos arrumacos y manías. Mi neurosis es causa y efecto. Mi temperamento subsiste a sus delicadas formas y mi fascinación por sus penurias me enternece. El sadismo y el cariño no son en absoluto incompatibles, creo que -de hecho- van dados de la mano. Lo he vivido desde pequeño en mi familia y en la naturaleza, el cazador con sus trofeos y el pastor con su rebaño y el campesino con sus matanzas. No soy muy diferente por no tener hijos, recuerdo que una madre me dijo: tuve dos por sí se moría uno. Eficacia que le ha costado que uno de ellos no se haya muerto y sea un rebelde que la pone de los nervios.

Después de echar un vistazo a los titulares del dominical, doy buena cuenta de la dramática situación actual en la que vivimos y comparto mi anonimato con algunos creadores que consiguen responder a una entrevista que escucho por la radio. Sigo con atención la charla de un doctor que habla del Arte como terapia, entre los disparos y el tinnitus que ha empezado a hacerse oír como es habitual. Las primeras reprimendas y mi posible y más que probable somnolencia matinal va a dejarse caer de un momento a otro como en la historia del señor Castorp, arropado por esa conversación que mantienen los músicos con sus respuestas aburridas y la lectura de noticias bastante predecibles: se ha muerto Ariel Sharon, por fin y "cada vez que estudio me doy cuenta de las cosas que me faltan por aprender"..., pues claro tonta, para eso estudias. Toca la flauta y no me toques la gaita con tus revelaciones apocalípticas que ya tengo mi propia intuición para saber que puedo esperar un poco más ante el panorama desértico de nuestro agónico gobierno. Si todo se pudiera arreglar como en la consulta de las heces de un golpe y analizarlo, creo que no estaría tan atento al paso de las horas, los días y el tiempo. Me gustaría sentir la nieve bajo mis esquíes y el frío en mi cara. Pero va a ser que no. Tampoco llegará el premio sin el boleto, ni nada sin nada. Pero si llegará el sueño y tal vez un beso inesperado.

Hay una agitación que dejan las confesiones de un borracho que sobre la verdad y el drama de sus recaídas, va definiendo la trayectoria de su vida hasta llegar a un fondo de absoluto desastre. Hay lo que un alcohólico llama una borrachera seca, un fondo del que ya no se sale porque es tal la tristeza en la que se ha vivido que nunca se volverá a recuperar aunque jamás vuelva a probar una gota de vino. Que la psiquiatría vaya a ser una de las previsiones más claras sobre el desarrollo humano en este siglo que empieza no es ningún secreto porque ya lo fue en el anterior y el individualismo de cada ser cada vez más hermético y cada vez habrá menos casos extremos porque serán todos un diagnóstico de inseguridades y de miedo y ansiedad tratado a base de fármacos que a la vez sean también complejos vitamínicos. Cuando el fracaso constante es la tónica general y convives con un silencio porque temes ponerte en evidencia y sacar algo que es tan humano como equivocarse, duermes en un fondo de lodos y frases repetidas por tantos a los que el tiempo ya se ha llevado y que tuvieron -tal vez sin razón alguna- mas mérito que tu por haber sido y no seguir siendo.

Hay un almuerzo en casa de la notario en el que las vidas se entrelazan y el éxito y el humor se hacen personajes como en una comedia con tintes de drama, donde cumplo mi papel de sirviente para que alguna de las piezas encaje entre papeles bastante trabajados profesionalmente. En esta pieza, la clave es entrar y salir de escena siendo el tonto que hago, siendo útil de alguna forma y  siendo consciente de ese límite que no debo rebasar. Hay normas estrictas que establecen que pueda ser un paria respetable. 

Cuando has repetido esta ceremonia hasta el agotamiento aprendes a no propasarte aunque luego a la noche y en el silencio la mente vomite toda retahíla de palabras consecutivas que tratan de hacer que uno sea como es frente a la ley del mas fuerte, como la amargura que sale de los vencedores sobre sus vencidos, porque ganar es también reconocer al que ha perdido y su lucha, porque el éxito ya nos ha llevado a tantos a un trastero de clones repetitivos, porque hasta los malvados más crueles tienen sitio preferente en la Historia por ser los más malvados, un sitio que los fracasados tal vez no quieran pero un privilegio de vivir los honores que a ellos se les ha negado.

A veces una obra surge como un color ardiente en el retorcido paisaje de ruinas, consigue aburrir de tal forma que es necesario encuadrar con pureza el estilo, la luz, el movimiento de la imagen, el sopor y el sonido aburrido porque en esto está el valor de lo narrado. Walter Benjamin lo dijo una vez con otras palabras. Y las historias pequeñas de nuestros vecinos son una lucha que lo confirma. Esa película la vimos ayer después de haber salido airoso de aquel almuerzo, como de tantos. Y era anunciada a bombo y platillo como la mejor de una marca favorita de cine. Fue tan farragosa que aguantamos por agotamiento y por estar sentados y ser amigos. Ha dejado en mi una huella como la que encuentras en el polvo acumulado sobre una pantalla que no has encendido y además ya no funciona bien. 

Cuantas palabras encadenadas eran una defensa inútil frente al brutal despecho de una fabada notarial completamente justificada de la que tal vez sólo probé un poco de esa medicina que se llama "siéntate y calla". Todas esas palabras las he conseguido pronunciar en sueños de una tristeza explosiva pero eran tan futiles como lo fue el silencio.

Porque acabó todo en una conversación no tan aburrida. Hasta el conocido Mishima se suicidó por una convicción completamente abrumadora en que era su fracaso lo que daba mérito a toda su vida de disciplina y obediencia a su emperador. 

A veces esa flor es una amiga que escucha por primera vez de mi propia voz cosas que ya no quisiera recordar pero son las cosas que me han hecho ser como soy, tal vez un recuerdo de uno o de otro y siempre de amigos y conocidos. Siempre con cariño. Es ese el tiempo de una música que aburre hasta el delirio de la risa, porque en las formas y la buena mesa, la alta burguesía no alaba las delicias de la cocina, ni se habla de cosas fundamentales como el dinero y la política. Esos temas siempre llevan malas consecuencias y digestiones pesadas y riñas y en la buena mesa se respeta que no haya gritos ni bofetadas, pero en la vida si. En la calle acompañas a tu anfitriona en su depresión y a tu amigo al hospital porque le han pegado en casa y huye de su marido.

También estás ahí cuando el cuerpo de tu amigo muere o falla y las ulceraciones y la sangre son vómitos y no son sólo palabras. Estás ahí cuando es una caja y todos lloran, estás cuando todos faltan. Has sido el único que por casualidad te ha tocado estar presente. Y no es casualidad que la vida de los otros es ahora la vida tuya despejada y firme frente a la historia repetida hasta la saciedad de la naturaleza humana y la suerte que nos toca a todos y a cada uno en su momento y en su lugar, a veces más que predecible, siempre esperada, muchas veces deseada en un silencio que está lleno de compromisos.

Aguanta.

Ten esperanza sin esperar nada.

¡Calla!.

Se agradecido.


Todo son sueños, despertares de sueños y sueños de nuevo. Esta noche la gata ha estado más inquieta que yo y mis piernas han tenido que forcejear un poco para hacerme sitio en la cama. El viento sonaba al otro lado de la puerta del dormitorio como el suave azote de un terciopelo sobre los árboles. Sigue siendo un misterio todo ese tiempo de descanso que empleamos en la vida al dormir, sin el que parece, nos volveríamos locos. Creo que tiene que ver con esa gran parte de nada que hay entre los planetas y las estrellas y que seguro que cumplen una función por la que se mueven neutrinos y polvo primigenio.

Ayer fui a mi rutina de entrenamiento en bicicleta y estrené un nuevo modelo de chaqueta ligera que corta el viento y es amarilla brillante. Tengo que llevar a limpiar y engrasar la cadena y las ruedas y es una maravilla poder hacer ese trayecto antes y después de cada clase, me fortalece y me gusta poder hacer pequeños trayectos en los que veo cada árbol lleno de limones y cuando la cuesta se hace empinada me fijo en plantas más pequeñas. Es toda una aventura en la que las piezas se van componiendo y ordenando a un ritmo ordenado. El movimiento es necesario y la dirección hacia un objetivo, aunque sea algo tan ordinario como escribir o dedicar tiempo a la lectura de mi libro, van siendo poco a poco una meditación que hace que mantenga cierta cordura.

El mundo se mueve a una velocidad vertiginosa como para estar encerrado y pasivo, aunque sea pedaleando formo parte de él y cada día confío en que aplacaré mi angustia y encontraré algún sentido. Vuelve a amanecer y poco a poco se recortan en el horizonte las palmeras y los árboles, las siluetas que forman -desde hace tiempo- mi primera visión de la luz del día. La verdad que este jardín es precioso porque es un desastre donde todo se ordena sólo. Admiro el oficio de jardinero porque tiene ese trabajo de cuidar que todo esté en orden y nada se salga de su lugar pero creo que algún día no estará y todo volverá a su orden natural. Cualquier trabajo es digno y algunos que no son compensados en vida, lo son por el simple hecho de trabajar. Como este oficio de pintar, es un don y hay que compartirlo, con la mejor disposición posible. No importa que haga frío o calor, pintar siempre es resolver un acertijo, muchas veces imposible, pero entonces se llama incompleto y se acabó.

Salió a pasear y de camino hizo sus compras diarias en el mercadito junto a la carretera: unas verduras y un vino, bicarbonato para reblandecer las legumbres y el diario local después de haber tomado un vaso de café en la inmediaciones de la iglesia, en el sitio habitual. Había dejado hirviendo un caldo a fuego lento y se apresuró a volver. El camino era verde y la mañana había levantado soleada pero todos los intentos por mantener contacto con sus personas queridas habían fracasado. Sintió que aquella semana había empezado antes de terminar el mes anterior y que volvería a repetirse aquel ciclo del que no quería salir. Inconscientemente se arreglaba para que todo funcionara y que su soledad fuera un muro donde esconderse. 

Aquel cuadro iba a ser el último y pronto se encontró subido en una bicicleta en la que intentaba acelerar su tiempo. Al fin y al cabo había sido sentenciado por tantas cosas que la pena era inevitable. Empujado por el viento, corrió hacia su destino y una fuerte ráfaga desvió su trayecto tan sólo unos metros, levantando un poco de arena. Cerró por un segundo sus ojos para evitar que el polvo que se arremolinaba, fuera a cegarle pero un camión que se abrió entre la nube casi de inmediato, como aquel deseo que se cumple con una estrella, fue a chocar de frente a una velocidad que le rompió completamente y le impulsó a diez metros fuera de la carretera. Voló como un sonido, como un paño arrastrado por el agua y cayo sobre la cuneta, sin cara ni movimiento. Su pensamiento estaba aún en las cosas que había visto aquella mañana, en los hijos de Carmen que arreglaban el techo de una casa vecina, en sus citas inmediatas de rutinas que llenaban su tiempo. Pero sin cara y sin cuerpo, quedó tendido. Pensó que su pintura estaba a punto de ser resuelta y que aquel lienzo iba a tener una figura de su serie de la caligrafía que llevaba años pensando en exponer. La pintura escrita, sus pensamientos abstractos en una serie de figuras, el simbolismo de lo absurdo. Todo encajaba.

Delante de sus lienzos, junto a su amigo, mudo y sin cara, recorrió aquella sala donde la pintura colgaba, sólo y en silencio, empujado por alguien que lo quería recorrió la galería sintiendo al fin que su sueño era real, que el dolor cuando es verdadero no duele o lo amas. Que nunca brillaron tanto los colores como entonces cuando no los podía ver. Leyó cada trazo de textura que era la pintura que había pensado. Pintura para ciegos.

Al llegar al cuadro inacabado, no sintió nada. Era plano. Era el color del mar. Agua pintada. Y no recordó que era el último.

Durante muchos años había escapado de aquella sombra en la que vivían afinadas aquellas personas que con cierto cariño, seguían su carrera y los acontecimientos de una vida llena de celebridades extrañas, reuniones multitudinarias y protocolarias remesas de millonarios. Ahora ya no había excusa y su deformidad que antes sintió sólo mentalmente, era de dominio público y evidente. La dependencia que tenía de cierta parafernalia y su condición de afectada por un accidente y recogida, recompuesta y recuperada, hacía inevitable su permanencia entre los círculos acristalados de cenas y mesas redondas en las que nunca se sintió cómodo pero servían como una terapia de reinserción en un mundo desgastado al que nunca quiso pertenecer. La silla y la ruina habían forzado aquello de lo que escapó durante años en los que trabajaba en su pintura y en su vida.

No era extraño ver que sentado y sin otro lugar donde ir, su esfuerzo era una mueca que ocupaba un espacio cada vez más reducido en el círculo de amigos que se amontonaban en pequeños grupos del que -tal vez- alguna vez inmerso en el paroxismo de la droga y el alcohol, consiguió soportar. Y sin embargo ahora era una silla de ruedas y una cierta leyenda como las tiras que adornan las coronas de flores que hay en un velatorio o las conferencias a las que era invitado para escuchar y tal vez participar, siempre discreto, puntual y de forma dificultosa.

Una larga operación de cirugía maxilofacial le había devuelto a una vida en la que ahora tenía ciertas obligaciones para con sus salvadores que -con mas frecuencia de la debida- abusaban de su incapacidad para valerse por sí sólo y trataban de arroparle entre convencionalismos para hacerle regresar de su hastío y de su degradación, pero como a un soldado honorable, tenían respeto y afecto.

Se podrían contar con los dedos de las manos las pesadas reuniones a las que asistió de forma voluntaria a lo largo de los años. Pero ya no quiso odiarse a sí mismo nunca más después del accidente. Nunca volvería a ser dueño ni de su vejiga ni de su apetito por los hombres hermosos y desde entonces, siempre un asistente o amigo le acomodaba en su poltrona durante las largas veladas a las que asistía distante ahora por su incapacidad.

La vida le dio tantas segundas oportunidades que acabó siendo una rutina más a la que incorporarse tras el ritual de sus terapias y el obligado servicio de atenciones especiales como su comida que llevaba preparada en un tupperware para poder mantener sus funciones y su tratamiento de antidepresivos nutricional. Recordar aquellas bolsas de orina como las que en otros tiempos fueran centro de atención en sus reuniones privadas de otras sustancias que con generosa inconsciencia había compartido, se convirtió en una constante riña a la que no tuvo más remedio que ceder.

Prisionero antes y ahora, aceptó con paciencia durante años. Más de los que habría deseado pero, durante todo aquel escenario teatral que era la vida, en el que todos mostraban sus heridas de guerra, también hubo momentos preciosos y ayudado de máquinas comprobó como la vida se aferra a la vida entre tantos millones de seres que compartieron suertes parecidas. La voluntad de otro era ahora la suya, su necesidad era la obligación de algún trabajador y normalmente eran rosarios enteros los que pasaron durante años, de profesionales con caracteres de todo tipo pero siempre con el tic falso de sus manejos en el campo de los prisioneros de su propio cuerpo enfermo y huerto experimental para nuevos hallazgos de la ciencia. Alguna vez consiguió hacer amistad pero era sólo el miedo a morir más, lo que hacía soportable ser una voz robótica y un aparato mecánico de vida consciente. 

El niño autista o el joven rebelde y más tarde el adulto solitario que había sido,  ahora encontró nuevos modos de expresar su talante dedicado y contemplativo. A través de nuevas tecnologías consiguió mantener un cierto nivel de comunicación y su creatividad no paró de componer todo tipo de artilugios expresivos. El sopor de los días que pasaban con una renovada rutina cada vez que le cambiaban los medicamentos y conseguían mantenerle con vida, habían procurado pingües beneficios a sus benefactores, a los que por cierto no conocía. Aquellos días en los que un simple aire o luz diferente, le hacían revitalizar su capacidad pulmonar que tras el aplastamiento torácico, era trabajosa, eran amaneceres diferentes y compartía su alegre bienestar con cuantos encontraba en su camino. 

También deseaba volver a las manos dulces de algún gañan que le zarandeara durante una cura por el simple placer de soportar su genio, pues aquel mundo era tan extraño para él como para los muchos que emprendían largas migraciones en busca de una vida mejor y hallaban en su cuidado un oficio nuevo y una nueva vida. Era pues tan revitalizante formar parte de los congresos de expertos que lo exponían como logro de sus insignes carreras, como a las bienvenidas de los nuevos pacientes en sus reuniones de terapia. La vida era muda, sorda y ciega pero se abría paso entre el vacío esperpento o y las máscaras de carnaval que en otro tiempo hubiera podido utilizar. Eso sí, siempre aventurero equipado con el macuto de sus propias viandas, fueran setas alucinógenas o nuevos modelos de abrigo, mientras le fue posible, disfrutaba de todo aquello que le rodeaba, sin hacer ostentación ni orgulloso de ser diferente, sabiendo que su lugar siempre estuvo ligado a una cápsula de aislamiento, un excluido y raro, pero soportable en pequeñas dosis.

Planta estacional y de colores vivaces era, aunque la temporada duró tanto que muchos sueños no se hicieron realidad y pocos pudo recordar como pesadillas vividas. Los viajes siempre eran tediosos en algún punto pero llevaban a nuevas contiendas y sus antiguas batallarás le prestaban cierta animosidad a la hora de complacer a otros enfermos que se encontraban en peor situación. Pero sobre todo cuanto más dependiente es uno de algo, más rápido pasa el tiempo por ser siempre repetido y los días y las horas se quemaban como ramitas secas en un fuego interno que dura años sin dejar paso a la llama, oculto bajo un manto de tierra y distancia, sólo era abrasadora devastación sobre la que no crecía nada. El huerto florido eres hermana mía del "Cantar de los cantares" que no se sabe por qué razón sonaba en su mente, se repetía como una campana, con cierta crueldad pero aquello era a lo que las mañanas traía luz nueva, a un juego de ajedrez que nunca pudo entender, pero que con impuesta paciencia aprendió a soportar hasta que fuera una carga demasiado pesada y pasara a la habitación de los desahuciados.

La risa de algún amigo siempre era un estímulo para olvidarse de este decadente pensamiento. Pero era curioso provocarla cuando su compañero, conocido o extraño, era más patético que él.

Tu sarcasmo y atrevimiento te llevarán a ser un desarraigado le decía su madre desde niño, porque ya a temprana edad siempre mostró sin ninguna vergüenza su afectación singular que no fue nunca bien recibida más que como curiosidad inevitable en un mundo lleno de riñas y calamidades. Como sí no fuera un destino al que hubiera que enfrentarse inexorable, el niño supo desde el principio que su secreto era compartido por todos los vivos, aunque casi todos optaban por machacar cada día con grandilocuencias absurdas que no interesaban a nadie. Por ser raro era curioso y por curioso atrevido. Así recorrió un pequeño mundo que de otro modo sólo habría catado como los souvenirs de una aburrida excursión masificada.

(...) "-¿Bajo qué forma y qué máscara aparece el amor no admitido y reprimido?"(...) 

Después de un lento paseo por un bosque de palabras, al fin encuentro el paisaje que esta pregunta que se formula en un libro donde trato de ahondar en mi pobre conocimiento de la literatura, algo que dé pie a mi pequeño propósito, que se abre como un valle encantado y fastidiado por la respuesta que unas líneas más adelante me sorprenden: 

(...)"-Bajo la forma de enfermedad. -El síntoma de la enfermedad era una actividad amorosa desviada y desvirtuada y toda enfermedad era el amor metamorfoseado" (...).

Tan mudo y enfermo es este discurso del doctor que conferencia en el hospital donde todos los enfermos reposan de dolencias diversas que se reunían y donde algunos morían, casi todos. Tan seguro de su aspecto de enfermo era el doctor como todos sus pacientes, como lo soy yo al tratar de escribir algo que es comúnmente obviado por todos pero que me encierra en una clausura estanca y mezclar realidades con delirios, en un intento repetitivo de salir de la crisis que a todos nos inquieta. 

Así son los libros y cualquier actividad que desde hace milenios tratan de exponer el alma y la existencia como una guía. El amor enfermo y los sentimientos de cansancio y lucha, la supervivencia y el individualismo de cada uno. Si tan enfermo estaba, ¿por qué ninguno de los doctores a los que había acudido durante años, me habían indicado una cura más eficaz que la simple medicación y un trabajo?. La libertad y la búsqueda en otros que no fueran yo mismo. El orden y el compromiso. Y no el autodiagnóstico y la autosatisfacción  en pequeñas dosis que mantenían mi miedo ocupado en estériles suertes y esfuerzos. 

Debería aprender por fin un oficio, aunque solamente fuera el que me procurara un sustento y una forma de vida independiente y tal vez de esta forma crecería y llegaría a tener una relación adulta con mis semejantes, sin toda esa crueldad y esa irá que suponía encontrar en cada dolencia ajena, la mía propia y compartir la cura a infecciones que creaba para achacar a algo, mi estado de permanente desasosiego. Me aburría tanto estudiar lo que todos estudian que decidí hacer carrera como una prostituta de vidas de otros, alimentándome de sus miserias y volviéndome el médico que está más enfermo que sus pacientes y que hace de su enfermedad imaginaria la cura de los que realmente sufren.

El tarde del día anterior, el incidente de ser colaborador de varias clases del grupo de gimnasia que durante una semana habría de hacerse de forma autónoma por la ausencia del entrenador, me había dejado agotado y el cuerpo dolorido. Y hoy se amanecía una mañana en la que esta responsabilidad debía tener sentido. Pero de verdad que estaba agotado y no era capaz de exigirle a mi cuerpo un esfuerzo mayor sino era indispensable. Había cuestiones más inmediatas que la simple dieta y la vida repetida, por resolver y aunque no todas podrían ser atendidas, al menos una, reparar en lo obvio, pudiera dar un poco de luz a todo este discurso de locos en el que se había convertido Enero de 2014. Porque todas las personas enfermas que conocía, tenían su propia analítica y diagnóstico. El tratamiento de la falta de rumbo no estaba siendo la repetición de patrones absurdos, ni el temor a enfrentarme a mi propio miedo, sino una de las cosas básicas que siempre trataba de evitar: replantearme.

Los minutos que seguirían a esta mañana no serían decisivos en absoluto porque el escepticismo se había incrustado de tal forma a mi modo  de vivir, que ni el experto más indicado me hubiera podido sacar de una conclusión lógica después de años de vivir en otros, lo que era mi propia supervivencia, por vergonzoso que pareciera. Una razón de peso fortalecía esa explicación y era que al fin y al cabo también ese trabajo digno en el que se emancipaban los demás, les hipotecaba de por vida y les hacía ser vagos y tristes y sus vidas apagadas como colillas que un fumador compulsivo amontona en un repugnante cenicero. 

Recordé los interminables viajes familiares de mi infancia, soportando el olor a cigarrillos y vómito que viví y de los que escapé haciendo mi propio viaje a ninguna parte, que es ahora: sólo y atormentado por el futuro, respondía con antelación cualquier duda como un autómata que es experto escapista de situaciones completamente normales.

Hoy esperaré a arreglar mi pequeño destrozo de comunicación con el técnico de telefónica. Hoy esperaré a hacer una vida de estudio y trabajar en algo concreto que no sea divagar. Leeré este libro denso que empecé hace semanas pues a algún sitio debe llegar al final, que será con calma y atención después de unas tantas semanas más centrandome en cosas pequeñas y seguir escribiendo aunque sea sólo para aprender a escribir sobre algo.  












                                                             


                                                    2



Antes de continuar, quería recordar al lector que siempre puede dirigirse a este libro como un programa abierto y en cualquier momento, proponer nuevas ideas con la única condición de integrarlas en las que ya están escritas, para la composición del mismo. 

Con la misma frecuencia que uno se encierra en la vida de otro a través de un programa o un cuadro, había llegado a desarrollar un carácter particular y consciente de no ser siempre bien recibido, pues la intensidad con la que expresaba cada pensamiento, a veces resultaba inapropiada y no era conversación conveniente en ambientes dispersos en los que se socializa habitualmente. Consciente que ante las dificultades de comunicar algo que compartimos todos, era necesario evitar los grupos grandes en que se pierden las miradas y nunca hay una motivación más determinada que la de pasar el tiempo, como los borregos que permanecen en el redil hasta que el pastor les abre la cancela y salen cada cual a su bola, me compuse aseado para asistir aquella noche a un compromiso confirmado una semana antes.

Tal vez por esta razón nunca me gustaron las mesas redondas ni las cenas en grupo. Siempre que acudía a alguna, acababa por sufrir un episodio de reafirmación en que todo intento de socializar es innecesario, en el que sudaba y me encontraba incómodo, con sofocos y palpitaciones, por la inevitable incapacidad de permanecer sentado en grupo sin hablar y -peor aún- sin escuchar nada más que un ruido de artificios y ecos que aturden como la irritación de un silbido inoportuno cuando intentas conciliar el sueño. Aquel era un tema bastante presente y en el que trataba de estudiar alguna forma de cura, a pesar de conocer que el acúfeno era bastante común y que no existía un tratamiento. 

Era síntoma de la locura o de sordera y sobre todo de un estado depresivo y la única posibilidad de combatirlo era tan tópica como el aburrimiento de padecerlo. Entrar en un sitio y rodearse de banalidades que anulaban la propia sordera entre la multitud de naderías y absurdos. La gran hazaña de aquella velada fue que uno de los comensales devorara casi un quilo de carne de una sentada. La conversación fue intensa y fluida gracias a la compañía de mi nueva amiga Patricia. La verdad que la familiaridad con la que podíamos entablar una conversación, era revitalizante. Gracias a su plasticidad y a una vida llena de experiencias enriquecedoras, conseguía atraer la atención de todos los que deseara conocer, habilidad está que me resultaba del todo admirable por lo imposible que era para mi. Una envidia sana y un sano sentimiento de admiración, animaban a abrir la caja de Pandora de mi mente. Siempre avisé de la impulsividad y de la dosificación que era necesaria para ser soportable y creo que enfaticé esto último con la debida frecuencia para no resultar denso ni acabar siendo un fracaso. 

Su belleza desprendía un carismático silencio y una actitud abierta y atenta, perspicaz y exuberante. Había armonía en su expresión y en sus formas delicadas, su talla no era sólo un punto de vista desde su altura, también había crecido en un ambiente sofisticado y emanaba educación y refinamiento desde su abierta mente a temas que pueden considerarse escatológicos sin la menor sensación de escándalo, algo que era fundamental y tal vez un arma un tanto primitiva que solía utilizar para espantar a los dispersos diletantes que suelen aburrir con suspiros y languideces en tertulias de sobremesa desde el principio de los tiempos a la humanidad. 

Aquella noche mostraba sin duda una maravillosa sensualidad de la que me sentía especialmente próximo y que -de tanta cercanía- podía escapar jugando con un primer plano de sus hombros y su sonrisa adornada esta vez con dos pendientes largos y entonados con su exótico colorido. Su feminidad era perfumada con una calidez y también por la seda que acariciaba su vestido, dejando generosamente su desnudez casi al tacto visual. Era desde dentro como perforaba mi atracción hacia sus pechos y era desde mi voluntad el encuadre que enmarcaba su encantadora atención. Gracias a sus deseos y cuidados, aquel lugar y el resto de las perversidades que podían rodear el ambiente, superé con buen ánimo mi sentada y pude embriagarme sin exceso hasta llegar a casa, sin excitaciones ni vanos intentos por ser otro que no soy. 

Tal es la máxima que leí esta mañana en un texto breve. Una de esas frases célebres que se comparten y que nos resultan a todos familiares. Por supuesto tiene que ver con dormir tranquilo y llevar una vida sana. Lo de las enfermedades mentales y el ostracismo voluntario quedaron completamente superados por un tiempo y la mente podía recordar sin trauma la experiencia maravillosa de una memoria a corto plazo que normalmente olvidaba como autodefensa. No era Alzheimer ni degeneración cognitiva prematura, era satisfacción como la que se siente cuando se consuma el sexo completo con plenas facultades y no en la nebulosa de afrodisiacos ni éxtasis. Sin duda sentía una curiosidad con aquel físico que se me aparecía como un regalo del tiempo. 

Un mes antes, alguien me anunció que la temporada debería ser contemplativa y que los números de mi calendario preveían un florecimiento cercano. Es curioso que sin darme cuenta algunos almendros volvían a florecer y que aquella noche fuera una frase que endulzara mi despedida animando a la bellísima Patricia al éxito de su fiesta nocturna, expresando mi gratitud por haberme prestado sus encantos durante una reunión tumultuosa de las que -normalmente- solía acabar despidiéndome completamente ebrio y malhumorado, dando portazos y con desaire. "Sales con los almendros en flor" referencia clara a sus pechos dibujados bajo su liviana seda, fue mi forma de halagar sutilmente su compañía y a su querido amigo una sucinta palabra que no era del todo novedosa en nuestra arbitraria relación que sin duda no estuvo fuera de lugar, pues al ser su profesión la de cultivar, ser disperso es casi un acierto al lanzar las semillas en los jardines ajenos. 

Tiene todo causa y efecto y todo conlleva al final una suerte de consecuencias en las que morir es sano incluso en el más limpio y vital de los estados. Es por esta razón que haya teorías de lo mas variopintas y que tantas terapias como trastornos se encuentren en la historia de la vida y de este relato, objeto y sujeto de posibles deliberaciones. Esto es todo un enredo y es una perífrasis puntual para salir al paso de inevitables desastres, pues sobre las heces y la humanidad putrefacta, se alimentan los más básicos supervivientes, los más ancestrales y primigenios albores de nuestra existencia. Ante esto es implacable mi animosidad y mi duda. Suplico por la llegada de esta despersonalización y por la ayuda que el tiempo habrá de conceder a todo lo vivido una vez desaparezca como individuo y tal vez sea labor de otro reescribir lo que ahora es un intento de trabajo. Escribirlo, es expandirme utilizando estructuras azarosas, pero el error es repetido y no por una moralina tendenciosa y aprendida, sino por la machacona posesividad del experimento que hago al quedar expuesto como una mala cosecha amontonada a la intemperie de lo extraño. 

En un sentido de explorar nuevas o sugeridas ideas, hay una que merece la pena tener en cuenta y es la de la involución. 

Cuando después de un tiempo desenrollas un lienzo grande que fue pintado con una técnica que tratabas de inventar a medida que trabajabas en él. Entonces lo diste por acabado, por los motivos que sea, habías llegado a un punto de no retorno. Ahora lo encuentras como parte del lote de pinturas que quieres exponer. Lo abres junto a otros que salen intactos, pero este tiene graves daños y la pintura no ha permanecido sino que ahora está craquelada y lo rechazas como basura, no puedes permitirte una pieza expuesta en un estado de deterioro tan evidente. Piensas: nunca fue tan completa como otras. Tal vez guardaste esta pintura porque era un fetiche a la mezcla y a la intuición, a pesar de su oscuridad. Era excesivamente matérica y de textura gruesa por la experimentación y la búsqueda que llenan tanto tiempo en el estudio. Pero ahora no ha superado la criba del tiempo y volver a trabajar sobre ella no tiene sentido. Es rascar los trozos de pintura y emplear lo que queda como una restauración pero este no es el tema que te ocupa ahora. 

A veces el tiempo no da otra opción y sólo sobrevive lo que puede adaptarse tal vez volviendo a viejos patrones, a viejas formas y a recuperar un medio que por evolucionar, habíamos dejado y donde después de mucho progreso, sólo queda esa opción de la involución y desde allí volver a empezar. 

Este es un retroceso sin duda y lo veo tan drástico como la muerte y dar paso a nuevos vientos. He animado a recomponer y no dar por perdida una obra. Pero ha sido una falta. Lo que yo podía ver era un trabajo aparcado y tal vez no lo desecharía, pero no es mi trabajo y no es mi exposición. Debo ser más cauteloso al proponer este tipo de visiones.  

Muy atrevido es el cliente que paga religiosamente un servicio que utiliza con frecuencia y sus exigencias deben ser siempre bien atendidas y canalizadas por  la vía más audaz para resolver sus necesidades, por extravagantes que nos parezcan. A pesar de todo, es cierto que el cliente siempre tiene razón si abrimos nuestro servicio y si nos paga por ello. Ninguna de estas dos cosas pasa con el propósito de este discurso, por lo que debo exponer algo que es exclusivo y no adecuado para el consumidor de diario, por concentrado y desabrido. 

Tal vez cueste más callar y ser silencioso cuando se sabe que todo acaba mal y todo intento es inútil por mucho que se viva, saber más es saber no mostrar tanto intimísimo y por el contrario limitarse a retratar lo que sea en un medio completamente ahogado en normas rígidas y estrictas leyes. Si es así, temo que nada en este tratado es indicado pues lo único que se trata es compartir un instante en palabras llanas de un pensamiento libre y loco que se desfoga como lo hacen las bestias del campo, por puro instinto y necesidad. 

Ahora camino de nuevo con el enfermo de tisis en su larga agonía hacia la vieja casa de reposo en la montaña.
Estoy irritable y aislado como el enfermo que en el sanatorio busca en las moscas su rutina. Revolotean y pegadas junto a la ventana han topado con la mitad de  un espacio de libertad y se asoman a la otra mitad. Chocan y vuelven a intentar obviar que ese límite existe pero sus golpes, hacen más evidente su molesta presencia. Un manotazo acaba con sus pequeñas maravillas. Antes casi inalcanzables en vuelo, han caído en la única trampa invisible del cristal y el exterior de luz. Su zumbido molesto y libré es ahora un toque de tambor como el de una marcha fúnebre.

Soy ese enfermo que, en lugar de acabar de una vez con la agonía de la mosca, se que da fascinado y es capaz de sentir curiosidad, empatía y no se aburre de ver como algo tan ágil es presa de su cabezonería, aunque hay una sala inmensa donde poder volver, la luz y el aire, llaman a su instinto a escapar y a chocar. Es grande y negra y sonora. Acabará agonizante al pie del cristal contra el que ha tratado de luchar, tal vez su necesidad de morir era más grande que la de volver a la sala de luces artificiales y a las plantas de interior... 

A veces, algunas veces, pocas veces, volver a escribir es un hilar fino con la tinta de una sangre de muerte feliz. Siempre al son de alguna melodía reciente, esta mañana hago una amalgama de Tolstoy en su Anna Karenina y el teatro de bambalinas de una película oscarizada del año pasado. Ya la historia rusa que empieza el día con su eterna amenaza de potencial e inminente desastre bélico, la gran madre que sacrifica a sus hijos como Ana Karenina muriendo ella lánguida de amor y todo el planeta se ve envuelto en una maleza de implicaciones bien poco humanitarias, a pesar de sus sonrisas blanqueadas y sus buenas intenciones. Desde un triste abandono, dejo que esta soleada mañana no tenga más color que un retrato escrito de la mala compañía y sus dramáticos efectos. Pero escribimos nuestra historia aunque sea una tragedia.

Fácilmente se oscurece la mañana con algunas brumas y el cuerpo queda vencido a la molicie dejando que los días marquen con un romántico hedor como las hierbas crecen salvajes cuando el campo está baldío y todo brilla con intermitentes luces como notas de un piano o una cuerda de guitarra.

Creo que he sido una desafortunada coincidencia -sé que no existen porque sólo hay situaciones de riesgo y hacemos que sucedan si queremos perder para avanzar- en un sueño de vida que deseo acabar constantemente, sin pena pero dignamente. Es ese punto de dignidad absurda el que mantiene la calma. 










pues que le vamos a hacer…, cuando has hecho algo y ya ha tenido sus consecuencias, pues habrá que seguir adelante… no darle más importancia que la que ya tuvo y desde luego seguir siendo el raro y aislado e introvertido personajillo que has querido ser siempre, consentido, disfrutón, un poco pobre y multipolar, intratable y con fobia social, que no es tan poco un problema para la humanidad, pero que llega a a ser un problema para si mismo…, no saber comportarse, ser un imbécil integral, no pensar en lo maravilloso y generoso que es el Sol, la vida, los amigos que te pierdes…

no responder a cosas que no te incumben, liarte y hacer de un antojo una causa, quedarte toda la noche y el día pegando gritos… encerrarte más… buscar en el trabajo un consuelo bastante pobre…

sentir vergüenza por lo que otros piensan de ti… 

y por qué no te vas a la mierda de una puta vez?

porque ya eres un mierdecilla insignificante y arisco…

ea

pues buenos días… disfruta de la vida y sé feliz 

la vida se ha convertido en una frase o un buscar sin rumbo todo lo que se plante por delante… 
muy triste desolación que no se pueda ni siquiera expresar el ánimo ni la intensidad de lo que sientes…, al menos con un pequeño párrafo, petición o denuncia para no volverte loco… más sano que leer tanto, es escribir y puesto que ya estás encerrado como en una cárcel, dar un poco la lata y pedir, aunque solo sea por hacer que alguien te sienta, como un estorbo y desde luego porque te lo has buscado tu mismo…

pero esas cosas son a veces un buen abono…, el abono es algo putrefacto o heces o un cadáver, sobre el que crecen todo tipo de cosas… es así como te levantas cada mañana después de haberla cagado el día anterior… cada día… 

no será la flor más bonita y no siempre florecerá pero entre tantas normas y tanto acepto las condiciones, tampoco quieres ser un bulbo enterrado durante once meses y una flor elegantísima una semana cada año… aún si fuera así, creo que contamos sólo con una media de setenta y cinco primaveras cómo para echar cuentas de las veces que vas a estar vivo… y resulta poco y resulta precioso… dramático pero real…

algo saldrá de todo este engendro de vida ciclotímica en la que estamos todos metidos, algunos con más capacidad para superar dignamente las pruebas…

desde la ventana de la cocina podía ver el claustro de las monjitas recoletas que encerradas en medio de todo el Madrid más precioso, hacían pan y no hablaban con nadie… yo viví durante algunas semanas en aquella buhardilla invitado por un amigo cuando pasaba temporadas en la ciudad y me mojaba pero bien en el lodazal que era la vida…, llevaba chulapos y drogas, iba a sitios horrendos y cascabeleaba todo lo que podía… comía mal, mala vida que siempre me ha tirado al hoyo…, pues entre todo el trajín, cada mañana me quedaba sentadito en una silla a ver si veía a aquellas mujeres desde la altura, como bichos diminutos vestidas con sus hábitos y ropa de trabajo, emocionado pensando que mi talento era aquel privilegio de ver lo escondido. Tal vez alguna vez paseaba delante de su preciosa iglesia, nunca entré por respeto…, soy curioso pero no siempre entrometido, y me apostaba cerca del pequeño portón de madera donde se recogían a través de un torno, las ayudas y ellas entregaban sus bordados o sus productos… no creo que vivieran de esto por muy recoletas que sean, la vida siempre pasa facturas pero estaban bien organizadas con la caridad y donaciones y ellas dale que te pego al “Credo in unum Deum, Patrem omnipotentem, factorem coeli et terrae, visibilium omnium, et invisibilium. Et in unum Dominum Jesum Christum, Filium Dei unigenitum. Et ex Patre natum ante omnia saecula. Deum de Deo, lumen de lumine, Deum verum de Deo vero. Genitum, non factum, consubstantialem Patri: per quem omnia facta sunt. Qui propter nos homines, et propter nostram salutem descendit de coelis. ET INCARNATUS EST DE SPIRITU SANCTO EX MARIA VIRGINE: ET HOMO FACTUS EST. Crucifixus etiam pro nobis, sub Pontio Pilato passus, et sepultus est. Et resurrexit tertia die, secundum Scripturas. Et ascendit in coelum: sedet ad dexteram Patris. Et iterum venturus est cum gloria, judicare vivos et mortuos: cujus regni non erit finis. Et in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit. Qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur: qui locutus est per prophetas. Et unam, sanctam, catholicam et apostolicam Ecclesiam. Confiteor unum baptisma in remissionem peccatorum. Et exspecto resurrectionem mortuorum. Et vitam ventura saeculi. Amen.” 

qué pasó y en qué momento dejé los buenos hábitos y la vida sana para perderme, para encontrarme vacío y volver a buscar dentro de mi…

después de un día de altercados absurdos, por fortuna me viene una experiencia a través de la película Blood Brother… un sentimiento de alegría que me desborda en lágrimas por lo valiente y generoso que es el hombre cuando busca, sin atender a las limitaciones que parecen imponerse en la vida, su lugar y su compromiso con los demás… 

buscar con el amor y darlo a raudales como un río que crece con el deshielo de la montaña… nunca he sentido esa ambición de competir por ser el mejor, ni siquiera por ser mejor…, es algo que sale de dentro del corazón…

es aleccionador ver que en un momento en que todos sabemos todo de nada, en el fondo hay una semilla que podemos hacer crecer, desvinculándonos de los trastos y de las masas y sintiendo la verdad… somos polvo de ceniza de un incendio y somos también estrellas, soles, gigantes planetas, estamos hechos de esa materia y de ese vacío lleno de energía…

y hoy quiero crecer…


Me duermo con la imagen de un edificio de Van Alen, su entrada y he escrito algo -llevado por mi entusiasmo y por ese afán de permanecer en la vida de otro- breve, mostrando mi admiración a algo que sólo he visto en libros pero sé un poco de su construcción y sobre todo de lo definitivo que resulta el el perfil de la ciudad. Intentando hacer asociaciones sobre el portal de entrada y el remate brillante como una aguja hipodérmica, es sus ventanales con forma de arco, pensaba en el lugar interior e imaginaba logias masónicas en los cálculos de su estructura. 

Me despierto con mi primer libro de Borges y no me extraño de encontrar la densidad y ese duró lenguaje escrito que -sin conocerlo- ya lo había intuido. Se salva porque se titula "Ficciones" y por ser lectura aconsejada por uno de mis amigos que no conozco personalmente.

Llegó hasta la página veinte y me paro, es suficiente dosis borgiana por hoy. Tengo que ordenar toda mi vida antes del domingo en que cumpliré medio siglo de vida. Sin prisa pero sin pausa ni comas he de arreglarlo todo simplificarlo y llegar a un fin, por fin.

Sigo con el asunto de Borges…, lleno de comas, comillas, puntos y palabras un poco recalcitrantes, pero sigo. Al ser breve en sus capítulos creo que está dejándose leer con calma y me provoca cierta alegría saber que puedo entender algo. Leer es vivir la vida de otro, es sentir que eres la parte importante para la que se creó un libro. Escribir es una aventura en la que  -como en cualquier creación- no sabes si llegarás a ser entendido pero arriesgas todo por voluntad propia…

Pero siento decepcionarte, como cada mañana que te despiertas, cada noche que sueñas porque la vida que eres es un regalo y tu búsqueda de verdad está en otro tiempo, en otro espacio y en otro ser. Por eso tienes miedo de dormir, porque al despertar sientes ese sinsentido que es estar en otro cuerpo que no es tuyo. 

Cuando me dijiste que sí me decidía a tomar este paso de autodeterminación te decepcionaría, no me resultó fácil recordar que cada palabra y cada acción que he intentado han sido una decepción para alguien que no era yo, una decepción para otro. Porque él busca mi lugar y yo el mío. Hoy me despierto con esa rutina absurda de escribir lo que pienso, sereno y tranquilo porque los sueños han estado templados por la admiración de otras vidas entregadas al trabajo, al amor y a la verdadera amistad de hombres luchadores, sencillos, silenciosos y también triunfadores de sus luchas diarias. 

La mía no es otra que encontrar sentido a un caos, y lo he encontrado en la destrucción de mi otro, para que pueda vivir de nuevo en un cuerpo y un tiempo y un espacio que sea de todos. Compartir y dudar. Sin exaltaciones al ego, sin vacíos llenos de angustia, con el ritmo del eco que es ser.

Decepcionarte es escuchar como cada día resuelvo cosas sin resultados fiables y como cada día siento odio y vergüenza a la vez por ser como soy, por ser otro que es un tipo, que es un nombre, que no tiene más que presente. Vuestros planes de futuro y vuestros trabajos exitosos, vuestra libertad hace que sienta con mas fuerza que no estoy aquí para dejar nada, tal vez una idea de lo insípido e insignificante que resulta condenarme a razonar y a calcular cada instante... 

Ya te he decepcionado bastante cada día como para preocuparme de una decepción final que sea la de no cumplir con tus expectativas, de no acabar como en tus sueños. Ya basta de vivir con esa vida de sueños que no se cumplen y que como una piedra que cae al agua, desborda un mar y pulveriza un sitio, para allanarlo y volver a empezar. 

El final está lejos de la aguja de aquel rascacielos, pasa por el fino aire de la atmósfera y se disipa en un oscuro espacio lleno de otros mundos, llenos de voraces agujeros que esperan la luz, para llevar cada latido a un estado de energía en continuo movimiento... Ese es un final que no existe y que no temo. Ese es el destino que decido cada día cada vez que no pinto y cada vez que no hablo. Que no amo. Tu decepción es tan preciosa como mi despedida. En cada noche y en cada día encuentras sentido porque estoy aquí, invisible, imperceptible, escuchando cada pensamiento eterno en un murmullo que es un pitido...  No querer ser una moneda de cambio, no pertenecer a este complejo engranaje, es un esfuerzo que se pierde como el polvo y que consume la parte que a otro corresponde. 

Decepcionarte? 

Encuentra tú sentido a todo esto y espárcelo como una semilla. Será una hoja de hierba y a sus pies tendrá toda la tierra...