viernes, 15 de agosto de 2014

secretos de mujer










Despierta despierta. 

Ya entra la luz del alba y antes de encerrarte en la ratonera sal a dar un paseo. 

Hija Lola que pereza…

Entonces Lola que siempre estaba maquillada y bien peinada les  dijo su secreto del transilac -algo que decían que servía para el tránsito intestinal y las vitaminas- que había que cuidar las defensas, pero sus amigas respondieron: mira Lola eres una pesada, muy mona para tu edad pero una pesada de mucho cuidado y yo no pienso comprarme nada de esa marca que creo que está hecho con semen de cerdo…

Lola era una mujer muy simpática pero aquello le hizo sospechar porque una de sus amigas era bióloga y parece que había estudiado el producto que ella anunciaba por la televisión para sacarse unos eurillos, claro. 

Lo cierto es que hizo la prueba de no tomarlo durante unos días y se dio cuenta que el pelo se le ponía fosco y Pepi, su estilista tenía que planchar directamente su cabello con la máquina aspiradora a vapor de fregotear el suelo y los sofás… 

A la semana Lola estaba hecha un cardo y con un humor de perros y sus amigas le hicieron una visita porque ya no era el alma del grupo. Preocupadas por su repentina desaparición, encontraron a Lola en una butaca, hinchada como un globo y bebiendo vino del cartón, completamente ajada y horrenda.

Pero Lola: Que ha de ser esto? Tu que siempre te has cuidado tanto. 

Lola no respondía y el panorama era bastante patético. Pili no dudó en llamar a su terapeuta emocional para ver que estaba sucediendo y nada…, Lola no respondía a ningún tratamiento…, su pelo, las uñas, el color de la piel habían empezado a caerse como a una momia.

Pasadas unas semanas Lola pareció mejorar y gracias al vino y a las litronas empezó a hacer un efecto inesperado. A su cuerpo le había servido de depurativo y había perdido tanto peso que hasta se podía poner trajes que hace años estaban en el baúl. De cara había que hacer un trabajo de masaje con un poco de cemento rápido y mucho colirio.

Lola nunca fue la misma desde aquel día pero también dejó de ser una pesada para volverse un señora un poco alcohólica pero muy graciosa.

Pepi, Loli y Maruja siguieron comiendo tortillas de patatas y tinto de verano. Salían muy de vez en cuando y superaron la crisis aceptando que a su avanzada edad, ya habían mareado bastante a sus maridos.

Resolvieron no hablar nunca del suceso y Lola aceptó las condiciones de haber despachado el transilac como una grasa de cerdo en una aparición en el programa de la TV. 


Nunca dijo su secreto pero las amigas lo sabían y todas se rieron y vivían encantadas. Sentadas en la poltrona del salón, sin frío ni calor. Siempre reunidas descascarilladas de la risa con un pedal impresionante a la luz de aquel farol.





*Fotografía de Patricia Marañón

viernes, 1 de agosto de 2014

la pinaza



Habitualmente bebe licores y come quesos bastante grasos, no es por que viva en las altas cumbres de los Alpes, es por placer y una dieta baja en carbohidratos. Siempre ha sido muy protestante de todo y -aunque nació en Ginebra- fue siempre liberal y demócrata  en algunos aspectos de su vida como el sexo, las mentiras y el entorno de la ONU.

Marcela -o Marcel- siempre fue una persona muy curiosa y nunca dejaba una puerta cerrada una vez abierta. Donde florecía el limonero en su casa de Carouge, se agazapaba en una de las ramas mas floridas en primavera desde donde veía -oía- el tranvía que dejaba a todos los vecinos, una vez que terminaban sus jornadas laborales, atendiendo bancos y clientes que venían de todas partes a esconder sus joyas en la Suiza de ayer. Ya hoy, no se esconde nada de nada y del más fiable banquero es del que tienes que esperar el chivatazo a tu humilde declaración de hacienda en Papua Nueva Guinea.

Lo cierto es que Marcel se movía poco, a veces a París y a veces a Ginebra desde donde tomaba el tren al Ticcino. Ascona y el Monte Veritá era el grupúsculo de su infancia donde, en la vecina Locarno, aun quedaban algunos vivos. Aquel paseo era un precioso recuerdo que le hacía sentir a Isadora Duncan y a aquel bosquecillo cañizal en un paraíso para el nudismo burgués que iba en busca de caza como los lobos en un bosque de pinaza. 

A la noche se lanzaba a la carretera como un poseído, en busca de los grottos donde comía milanesas -no eran vienesas como dicen los italianos de Milán- comiendo pasta barata en sus carísimos restaurantes de Ramatuelle en los que se quedaba encantada viendo como los rusos pagaban cuentas astronómicas por un mal champange y un pescado seco. Rusos, que paladar, que finura. La única poufiasse en todo aquel tugurio de mala muerte, porque mala muerte es cuando uno mira y no hace nada, eso es la muerte en vida.

Iba caliente y rotunda porque ya le veía los pies al de la guadaña, no por nada, sino porque estaba harta de tanto amedrantamiento, muerte por cirrosis hepática y suicidio que se concatenaban en su pequeña agenda de contactos. Ayer se pegó un tiro el padre de su amigo que murió la semana pasada y que le tenía poco menos que secuestrado en su chalet de Cologny.


*Fotografía de patricia marañón